Al principio está ese sentimiento que compartimos todos de que vivir en el mundo es un poquito más difícil de lo que nos imaginábamos. Hasta ahí nos sentimos, de alguna manera, hermanados (después de todo, quién va a salir a negar que la vida es un valle de lágrimas), pero el problema empieza cuando nos ponemos finos y empezamos a describir esa gran tragedia que, para el caso, es solamente un dato con el cual un minuto después vamos a construir nuestras visiones del mundo. Entonces resulta que por ejemplo Martín dice que lo más difícil, lo que más le cuesta, es aceptar las reglas de vivir en sociedad, armarse una vida completa y productiva y, por decirlo de alguna manera, madurar. Dice que si se dejara llevar por la inercia, terminaría indefenso y aniñado, o quejándose de todo sin hacer nada. Y entonces uno creería que todo su sufrimiento debe interpretarse como la dificultad para aceptar las cosas como son y hacerse grande.
Pero resulta que la interpretación mía es al revés. Le digo a Martín que siempre me costó más negarme a hacer lo que otros esperaban de mí que seguir derecho hacia adelante. Le digo que si hay algo verdaderamente difícil no es aprender a valerse por sí mismo en este mundo, sino más bien cuestionarlo y transformarlo, y también le digo que la inercia no es necesariamente desviación, que si nos dejáramos llevar por la inercia saldríamos personas más o menos adaptadas a este mundo, sea lo que sea que el mundo espera de nosotros. Acá es donde meto el discurso anarcocomunista de que es más fácil dejarse explotar que ser dueño de tu trabajo y cosas por el estilo. Del otro lado aparecen las respuestas de siempre: que el ser humano es hijo del rigor, que el pan hay que ganárselo con sudor, que la Revolución es una tontería.
Cuando nos queremos acordar, ya tenemos las dos visiones del mundo en todo su esplendor: la conservadora, la progresista. Pero un minuto antes teníamos algo mucho más básico, mucho más tonto, y es la pregunta de si en segundo grado de la escuela sufríamos más por hacer la tarea o por no haberla hecho.
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