El otro día Mariana me recordaba que existen muchas acciones, prácticas y gestos creativos que no dan como resultado la obtención de derechos de autor, y que eso está bien porque la sociedad no necesita andar repartiendo derechos exclusivos por cualquier acto creativo, sino más bien pensar concienzudamente en qué situaciones muy precisas pueden llegar a ser socialmente necesarios los derechos de exclusividad, si es que esas situaciones en verdad existen, porque a decir verdad nadie anda pidiendo derechos exclusivos sobre muchas cosas que a todas luces demandan una enorme cuota de creatividad, como una comida rica, una respuesta ingeniosa, la manera de resolver un problema, una gambeta, y está bien que así sea, porque como sociedad tenemos que ser capaces de reconocer y mimar a la gente que hace cosas creativas sin por eso excluir a otra gente de esa creatividad, es decir sin privarla de disfrutar y de hacer uso de esa chispa creativa que va a provocar otras chispas creativas en lugares remotos o cercanos, y es por eso que, como decía Mariana al principio, hay que tener cuidado con pedir derechos de autor para cualquier gesto, cualquier acto, cualquier expresión de la personalidad, porque a veces lo mejor es simplemente una felicitación, una palmada, y otras veces, cuando ese reconocimiento no alcanza y hay que comer y hay que llegar a fin de mes, lo que tal vez hace falta es un sueldo, un pedacito de seguridad social y de todas esas cosas que debería tener la gente que trabaja, en lugar de unos derechos exclusivos sobre algo tan ubicuo y tan necesario como el aire, como al fin y al cabo es el conocimiento y la cultura.
La perfección de la gambeta
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