El cínico es un personaje típico de cualquier grupo humano. Desde la familia al círculo de amigos, desde el club de bochas al facebook, siempre hay un cínico. Si tenemos mala suerte, hay dos cínicos, y a partir de tres, se puede considerar que estamos ante una horda de cínicos.
Se reconoce a un cínico por los comentarios mordaces, el pesimismo crónico, el uso cruel de la ironía, la justificación del mal y de la acción egoísta en sus más diversas formas.
Se entiende: el cínico es aquella persona para la cual todo está perdido. Y dado que todo está perdido, todo da igual. Y como todo da igual, cualquier plan, cualquier proyecto de sociedad, cualquier idea de justicia, cede ante el bienestar más inmediato. Más aún, es perfectamente coherente hacer el mal si todo está perdido.
Ingenuo, hipócrita o extremista llama el cínico a quienes no son como él.
Para el cínico, creer en algo, o actuar como si remotamente se creyera en algo, es ser ingenuo. El cínico ve en cada derrota una confirmación de la inutilidad de todo esfuerzo, en cada victoria parcial un camino hacia la derrota final, y en cada victoria final una derrota disfrazada.
Para el cínico, es hipócrita quien tiene o tuvo alguna vez una contradicción. Si creo en el socialismo y, a pesar de eso, compro un paquete de fideos que fue hecho con mano de obra asalariada, soy un hipócrita, porque estoy beneficiando al capitalista dueño de la empresa de fideos. El cínico no acepta que un sistema injusto obliga a quienes quieren cambiarlo a vivir en contradicción. El cínico, por definición, nunca es hipócrita. Dado que no cree en nada, sus actos no son incoherentes con ningún valor o creencia.
Pero de poco sirve que el hipócrita se esfuerce por dejar de serlo y haga por fin coincidir cada una de sus creencias con sus actos, porque en ese momento el cínico cambia el calificativo y pasa a llamarlo extremista. El extremista es, para el cínico, la variante peligrosa del ingenuo. Es aquel que o bien se aísla o bien te puede tirar una bomba. Es, en fin, un desquiciado que vive fuera de la realidad y que pretende que otros lo sigan.
Al cínico, el bien le resulta indiferente. Pero el cínico no es cualquier indiferente. Es un propagandista de la indiferencia. Un serial killer de la indiferencia. Un sujeto cuya satisfacción pasa por demostrar que nada se puede y hacer brillar así su astucia, como si la cima de la inteligencia estuviera en mostrar el camino hacia la nada, y no en mostrar cómo salir de ella.
El cínico no es políticamente inocuo. En los raros casos en que el cínico es además una persona de acción, estamos ante un psicópata. Una persona que puede llegar a un lugar de poder y ser realmente peligrosa. Sin embargo, el ámbito natural del cínico es la charla con amigos, los comentarios en la prensa digital, twitter.
Queda claro: el cínico es de derecha, aunque él obviamente no se considere así. La justicia se construye colectivamente, y el cínico no va a dedicar sus horas a eso. El egoísmo y la búsqueda del beneficio inmediato te acercan al que tiene el poder, al que te da migajas.
Cuando un cínico se cruce en tu camino, no hace falta atacarlo. Alcanza con neutralizar su cinismo para que no se contagie. No centres tu atención en el cínico, sino en el resto de las personas. Por lo general, tu ventaja es que el cínico no está dispuesto a mover un dedo por nada, porque si llegara a hacerlo, quedaría en evidencia que sí cree en algo. Tenés de tu lado la fuerza vital, la prepotencia de trabajo. Tenés de tu lado las revoluciones que pasaron y las que quedan por venir.
Al cinismo se lo derrota, y se sigue construyendo.
Deja una respuesta