Porque la piratería de cultura sirve sencillamente para liberar arte y conocimiento. En cambio, la piratería de software no libera el código fuente. Es decir, no libera el conocimiento de cómo está hecho el programa. Lo que hace es únicamente liberar el acceso al producto final, lo cual no estaría mal si no fuera porque en el camino esto hace que aumente la dependencia con respecto a ese mismo software. Y esta dependencia se genera no solo porque nos acostumbramos a una determinada manera de interactuar con el software, sino también porque cuando usamos software privativo (aunque sea trucho), aportamos a un ecosistema hecho a la medida de las multinacionales. Cuando usamos un Word trucho, en principio nos parece que no le estamos pagando a Microsoft. Pero si lo miramos bien estamos contribuyendo, por ejemplo, a que el formato .doc sea el estándar de los documentos de texto. Y si el formato .doc es el estándar de los documentos de texto, vamos a estar pagando indirectamente a Microsoft cuando en las escuelas y en otras dependencias públicas compren los productos de Microsoft.
Por eso, mi humilde consejo es seguir truchando libros y pelis, pero no usar software trucho sino software libre.
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